miércoles, 28 de octubre de 2015

¿PORQUE LA GENTE NO SE CURA?

En principio todos los terapeutas queremos pensar que todas las personas cuando vienen a la consulta se quieren curar, pero a veces tenemos que aceptar que no es así, que tan solo necesitan compartir su historia, pero no salir de ella.
A menudo la sanación no es un camino valido para esa persona.


Hay diversos motivos por los que la persona no se quiere curar, o no es capaz de acceder a esa curación. Por un lado tenemos que la persona no quiere dejar atrás el pasado o tiene miedo al cambio.


El estar anclados en el pasado hace que no podamos estar en el momento actual al 100%, que estemos malgastando energías de manera inútil en algo que ya no tiene cambio posible. La curación requiere que la persona este en el momento presente. Seguir en ese pasado solo alimenta el resentimiento y la amargura vivida.


No dejar de ser víctima, no perdonar ni querer cerrar la herida tiene que ver con liberarnos de la etiqueta de víctima. Si tuvimos la desgracia de que alguien o algo nos causara un daño, pero al llevarlo al momento presente solo hacemos que ese daño se consolide y se haga más fuerte. Lo mismo pasa con la etiquetas, cuando uno se obsesiona con determinada patología y acaba siendo parte de él.


El cambio supone dejar el estado anterior en el que la persona en ocasiones ha conseguido encontrar el aliento y el apoyo de otros. Este estado de dolor ha conseguido por otro lado un bienestar por este apoyo y por otro ha aprendido que puede conseguir manipular y controlar a los demás. Ante esta situación el cambio puede ser aterrador, puede ser incluso doloroso al tener que abandonar ese bienestar que cubre el dolor e incluso hace que para la persona sea una situación de confort.


Así pues salir de ese estado no es solo poder sino querer y por lo tanto un esfuerzo consciente, con la ayuda necesaria.

Liliana Schmit
Terapeuta Floral Sistema Bach


sábado, 17 de octubre de 2015

El ejercicio es clave para el bienestar psicológico

Si en algo están de acuerdo la mayoría de los expertos en psicología es en asegurar que, a día de hoy, la práctica de cualquier actividad deportiva supone una de las terapias psicológicas más baratas que existen debido a sus innumerables beneficios.


“La falta de actividad deportiva en las sociedades occidentales es uno de los problemas más graves que atentan contra la salud física y mental”, asegura el doctor Carlos Díez, director de los Servicios Médicos Sanitas-Real Madrid.


¿CÓMO AYUDA PSICOLÓGICAMENTE EL DEPORTE?

- La práctica del ejercicio físico aporta muchos efectos beneficiosos a la salud mental de las personas, entre los que destacan:
- Disminuye el estrés: Reduce la ansiedad, la depresión y sus efectos, como irritabilidad y mal humor, pues libera la tensión acumulada.
- Genera motivación: Incrementa la capacidad para saber plantear y afrontar metas desafiantes pero a la vez realistas y alcanzables.
- Agudiza la mente: Aumenta el flujo de oxígeno al cerebro, mejorando la capacidad de aprendizaje, concentración, memoria y estado de alerta.
- Aumenta la autoestima: Al mejorar la imagen corporal e ir alcanzando metas, aumenta la confianza en uno mismo y se desarrolla el espíritu de superación en los demás aspectos de la vida.
- Produce bienestar: Estimula la liberación de endorfinas, que son las hormonas que producen sensación de placer.
- Entretiene: Sirve para distraerse de las preocupaciones, divertirse y brindar un estilo de vida saludable.
- Aporta tolerancia a la frustración: Aprendemos a no desanimarnos y luchar con constancia e intensidad por lo que de verdad queremos, superando los contratiempos que inevitablemente surgirán.
- Reduce la depresión: Cada vez más la actividad física es utilizada como estrategia terapéutica complementaria e incluso, a veces, como alternativa a otras formas de tratamiento para el tratamiento de los problemas de salud mental. Tal es así, que los expertos afirman que las personas activas tienen alrededor de un 40% menos de probabilidades de sufrir síntomas depresivos en comparación con las sedentarias.
Según el director de los Servicios Médicos Sanitas-Real Madrid, “el deporte nos da la posibilidad de aprender a entrenar y potenciar habilidades mentales que nos van a servir para mejorar en el deporte al que somos aficionados así como en cualquier otro ámbito de la vida, ya sea laboral, académico o personal”.




La actividad física, decisiva para el equilibrio mental y el bienestar

El estilo de vida actual genera desequilibrios psicológicos relacionados con el estrés, la ansiedad o la concentración. La solución a estos problemas puede llegar desde una práctica deportiva regular y controlada, ya que proporciona un equilibrio mental que influye en la percepción de un bienestar generalizado.





Practicar ejercicio físico, una nueva actitud mental

 Levantarse del sofá y comenzar a hacer ejercicio permite poner fin a una práctica sedentaria que puede degenerar en enfermedades coronarias o neurovasculares. Ese primer paso supone para el nuevo deportista “un cambio en el estilo de vida importante, un cambio mental”, según afirma el doctor Miguel del Valle Soto, catedrático de la Universidad de Oviedo y delegado del rector para el Deporte y la Salud.

“El bienestar psicológico es la suma de muchas sustancias y de muchos factores”, señala.

Aunque todavía se está estudiando la repercusión del ejercicio físico sobre la salud mental, el deporte actúa sobre el sistema nervioso central, estabilizando determinadas proteínas y evitando la aparición de enfermedades producidas por la ruptura“ del equilibrio de estas sustancias”, afirma Miguel del Valle.
Dentro de las proteínas endógenas generadas por el ejercicio físico, Pablo del Río destaca las endorfinas como neurotransmisores “que son capaces de generar una sensación de relajación y felicidad”.
Por tanto, la mejora del equilibrio mental a partir de la actividad física no es una sensación subjetiva sino un proceso fisiológico objetivo.
Según la opinión del catedrático Miguel del Valle, estos beneficios convierten el ejercicio físico en una actividad que debería ser prescrita en patologías como la ansiedad, la depresión o los trastornos del sueño.



“En cualquier enfermedad mental, y prácticamente en cualquier enfermedad, el ejercicio físico es una pieza clave”, afirma.

“Psicólogo Getafe AlfaCrisol”



domingo, 4 de octubre de 2015

¿Puedo manejar mi dolor?

El dolor es un fenómeno complejo resultante de la interacción de componentes sensoriales, cognitivos y afectivos.  El Sistema Nervioso Central tiene un papel esencial en la inhibición o excitación de la percepción del dolor, dando lugar a un mecanismo por el que los procesos psicológicos pueden modular la señal sensorial. Para la explicación de esta experiencia, destaca la teoría de la compuerta que describieron Mezlack y Wall  en 1965, según la cual, una zona en la médula espinal actúa a modo de “puerta”, regulando la cantidad de mensajes de dolor que pasan hacia centros superiores. Los factores que abrirían la puerta, aumentando el dolor, serían tanto físicos (gravedad y extensión de la lesión) como psicológicos (ansiedad, depresión, pensamientos catastrofistas, focalización de la atención, conductas de queja…). Entre los factores que cerrarían la puerta disminuyendo, por tanto, el dolor se encuentran de nuevo tanto factores físicos: como tratamientos biomédicos; como  comportamentales o psicológicos: como la relajación, la sensación de control sobre el propio dolor,  estrategias de afrontamiento activo, etc.
La persona con dolor crónico suele realizar una serie de comportamientos para adaptarse a esa situación aversiva. En muchos casos, desarrolla estrategias para aliviar o evitar que aumente la intensidad del dolor, sin embargo, aunque estas estrategias puedan funcionar en un plazo corto de tiempo, a veces, son estrategias que pueden acabar facilitando el mantenimiento del dolor e intensificándolo. Por ejemplo, hay personas que sufren dolor de forma crónica y suelen anticipar dicho malestar y sus consecuencias. Estas anticipaciones, sobre todo cuando son frecuentes y catastrofistas, hacen que aumente el miedo al dolor y que se empiecen a desarrollar estrategias para evitarlo, se dejan de realizar muchas actividades y movimientos que se piensen que  puedan provocar dolor. Lógico, ¿verdad? Sí, sin duda cuando el dolor es agudo es una estrategia útil y eficaz pero no cuando el dolor se mantiene a lo largo del tiempo.  Este cese de actividades, por una parte, dirige el foco de la atención al dolor(muchos aspectos de mi vida empiezan a girar en torno al dolor, se piensa de forma recurrente en ello) haciendo que la persona se observe muy frecuentemente, incrementando la intensidad del dolor y de nuevo activando el  miedo al mismo. A largo plazo, la inactividad no sólo debilita los músculos y dificulta la recuperación de la movilidad sino que tiene consecuencias negativas sobre el estado de ánimo.
Este es sólo un ejemplo de la manera en que algunas personas influyen en la cronificación de su dolor, pero hay muchas otras formas de comportarse con respecto al dolor, en función del tipo de dolor y de variables personales. En cualquier caso, el análisis que se deriva de lo explicado hasta aquí es al menos este: Las personas con dolor crónico pueden influir en su propia experiencia de dolor, haciendo que esta se agudice o disminuya. Por supuesto, podemos influir en la dirección contraria a la mostrada en el ejemplo, y éste es uno de los objetivos principales de la intervención psicológica en dolor crónico.
Autora: Rebeca Pardo Cebrián.

Grupo de trabajo del Colegio Oficial de Psicológos de Madrid