sábado, 27 de octubre de 2018

La hipocondría: el enfermo imaginario (10 Claves para Superarla)


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hipocondría es, en esencia, una actitud que el individuo adopta ante la enfermedad. La persona hipocondríaca está constantemente sometida a un análisis minucioso y preocupado de sus funciones fisiológicas básicas, pensando en ellas como una fuente de segura enfermedad biológica.






Características de la hipocondría


Resultado de imagen de hipocondriaLa característica esencial de la hipocondría es la preocupación y el miedo a padecer, o la convicción de tener, una enfermedad grave, a partir de la interpretación personal de alguna sensación corporal u otro signo que aparezca en el cuerpo. Puede ocurrir, por ejemplo, con lunares, pequeñas heridas, toses, incluso latidos del corazón, movimientos involuntarios, o sensaciones físicas no muy claras. Aunque el médico le asegure que no tiene nada, el hipocondríaco solamente se queda tranquilo un rato, pero su preocupación vuelve de nuevo.
La interpretación catastrófica de los signos corporales más ínfimos por parte del individuo, es el mecanismo que desencadena la hipocondría. Se sabe que este trastorno afecta a menudo a ambientes familiares, es decir, que a menudo varios miembros de una familia tienden a estar afectados. Hay familias que son especialmente sensibles y están muy inclinadas hacia la interpretación de los signos de enfermedad en todos los ámbitos de la vida. De esta forma, los miembros de la misma familia aprenden a interpretar de negativamente cualquier signo corporal y lo asocian con angustia, miedo o ansiedad.

No debemos descartar que una persona hipocondríaca esté realmente enferma. En muchas ocasiones lo que hace es centrar su atención en síntomas leves o imaginarios (mareos, dolor de cabeza, etc.), y no en los verdaderamente importantes. Asimismo, el hipocondríaco al centrar su atención emocional en una determinada función biológica, puede terminar por formar síntomas orgánicos reales (reacciones psicosomáticas).

Sintomatología de la hipocondría

Resultado de imagen de hipocondriaEstamos ante un trastorno asociado muy a menudo con la ansiedad, por lo que el principal síntoma de la hipocondría es la preocupación exagerada que siente por su salud. El hipocondríaco medita constantemente sobre sus síntomas, reales o imaginarios, llegando a percatarse de signos funcionales que normalmente se escapan a la conciencia (intensidad de los latidos cardíacos, funciones digestivas, etc.). Puede describir su cuadro clínico con una sutileza impresionante, aclarando repetidas veces el alcance de cada uno de sus síntomas físicos. La atención del hipocondríaco se centra no sólo en el estudio de sí mismo (se toma el pulso, la temperatura, el número de respiraciones por minuto y la tensión arterial varias veces al día), sino también en la cantidad y composición de los alimentos. Sabe con qué aguas hace mejor la digestión, qué grados de ventilación o de temperatura le convienen, etc.

En la hipocondría las preocupaciones del enfermo hacen referencia a funciones corporales (latido cardíaco, sudor o movimientos peristálticos), a anormalidades físicas menores (pequeñas heridas, tos ocasional) o a sensaciones físicas vagas y ambiguas (corazón cansado, venas dolorosas…). El individuo atribuye estos síntomas o signos a una enfermedad temida y se encuentra muy preocupado por su padecimiento. Pero en realidad no existe ninguna enfermedad médica asociada a los síntomas, y si el paciente está enfermo verdaderamente, su enfermedad no está relacionada con ellos.

Diagnóstico de la hipocondría

La hipocondría hay que distinguirla de ser aprensivo; en la hipocondría el malestar es significativo y afecta la vida laboral, social u otras áreas importantes de la vida del sujeto. Hay que considerar también que la duración de la sintomatología sea significativa, al menos 6 meses, antes de diagnosticar dicha enfermedad.
Resultado de imagen de Diagnóstico de la hipocondríaSe debe asegurar que el paciente no tenga verdaderamente ninguna enfermedad física. Una vez que se ha descartado, si el paciente sigue con angustia, preocupación y dudas acerca de su estado de salud, es conveniente estudiar la posibilidad de un trastorno psicológico.
Los Criterios Diagnósticos de Investigación (CIE 10) para la hipocondría especifican que debe existir la convicción de “estar padeciendo como máximo dos enfermedades médicas importantes” y exigen que, por lo menos, una de ellas sea correcta y específicamente nombrada por el individuo que presenta el trastorno hipocondríaco.
En psiquiatría, la actitud hipocondríaca aparece como un síntoma en algunas formas de depresión endógena, especialmente en la melancolía involutiva (depresión de los ancianos).También puede adquirir en ciertos casos los rasgos de un desarrollo delirante, de contenido hipocondríaco, en la llamada paranoia hipocondríaca. Multitud de neuróticos, tanto histéricos, neurasténicos, como organo neuróticos y pacientes psicosomáticos, destacan en su cuadro clínico general la actitud hipocondríaca.


Tratamiento de la hipocondría

En algunos casos, se utilizan psicofármacos inicialmente para controlar los síntomas ansiosos tan importantes que padecen estos pacientes.
Conjuntamente, se puede utilizar una terapia psicológica cognitivo-conductual, en la que se promueve la pérdida de la angustia y el miedo a la enfermedad que el hipocondríaco siente.
En un principio se le pide que no acuda a más la consulta del médico ni a las urgencias hospitalarias y que no hable de salud ni de enfermedad. Para esto es muy conveniente la colaboración de la familia del paciente, ya que han de entender que tiene un problema real, aunque no el que el paciente refiere, sino otro igualmente preocupante. Una vez que se ha establecido este marco fuera de la consulta, comienza el tratamiento psicológico propiamente dicho.
Como ya hemos dicho, el tratamiento básico consiste en perder el miedo a la enfermedad y a la muerte. Muchas veces la propia angustia producida por el pensamiento de estar enfermo, como sensación desagradable e incontrolable, se convierte en el desencadenante dicho miedo. Para conseguir la desaparición de estos temores, se emplea la desensibilización en la imaginación a situaciones temidas y evitadas, para que finalmente el paciente pueda acercarse a ellas sin angustia y sin miedo.
El paciente puede entonces comenzar a reinterpretar sus sensaciones corporales y sentir también aquellas que son agradables o neutras y su cuerpo deja de ser una fuente de dolor o temor y se puede convertir en un generador de placer y confianza.
Finalmente, se trabaja para que el paciente pueda enfrentar con éxito otros problemas que aparecen en su vida cotidiana: toma de decisiones difíciles, cambio de trabajo, separaciones, etc. Se intenta evitar de forma que en el futuro se desencadenen situaciones de depresión o angustia continuada que le pueden hacer recaer en sus problemas hipocondríacos.


10 claves para superar la hipocondría


Los investigadores Mathews, Gelder y Johnston proponen estas diez claves para afrontar el pánico a enfermar:
  1. Recuerda que las sensaciones corporales que experimentas cuando te agobias son las reacciones normales del estrés en su forma más exagerada. Son eso y nada más. No te dejes llevar por pensamientos catastrofistas.
  2. Estas sensaciones no son en absoluto perjudiciales ni peligrosas. Son únicamente muy desagradables. No sucederá nada peor. Puedes aguantarlo perfectamente, tu cuerpo está preparado para experimentar estrés en millones de ocasiones. Eres fuerte.
  3. Corta de raíz los pensamientos reincidentes sobre lo que está sucediendo. Si les das importancia, aumentara el pánico. Son solo emociones, y, como tales, se pasarán.
  4. Observa tu cuerpo justamente ahora, en este momento, y no te imagines lo que temas que pueda suceder. Centra tu atención en "aquí y ahora mismo no me pasa nada".
  5. Dale tiempo al miedo para que se vaya. No luches contra él, ni te fuerces a que desaparezca rápidamente. Simplemente respira, espera y deja que se retire poco a poco.
  6. Comprueba que cuando dejas de añadir pensamientos atemorizantes, el miedo se atenúa, se aburre y se va por sí solo.
  7. Recuerda que el objetivo es aprender a afrontar el miedo sin evitarlo, por lo tanto, cada ataque es una oportunidad para progresar.
  8. Piensa en cuánto has avanzado a pesar de todas las dificultades, y anticipa la sensación de haberlo superado una vez más.
  9. Cuando comiences a sentirte algo mejor, mira a tu alrededor y planea qué vas a hacer después: llamar a alguien para contárselo, comerte un helado, dar un paseo...
  10. Cuando retomes lo que estabas haciendo, hazlo de forma relajada, siendo consciente del obstáculo que acabas de saltar. Y felicítate por ello. Después, con calma, en tu casa, analiza lo que más te ha ayudado, para echar mano de ello en la próxima ocasión (si es que hay una próxima, claro).
Es muy importante que trabajes con la certeza de que si sigues enfrentándote así a la hipocondría, al final lo superarás. No hay duda. Empieza por asumir la posibilidad de que tu cuerpo enferme, es ley de vida, pero también ten en cuenta que el cuerpo es la manifestación de muchas cosas, positivas y negativas, y gran parte mentales. Cuídalo y obsérvalo, pero sin obsesionarte. La naturaleza es sabia, y no conviene adelantarse a ella.
Centra tu atención en tu propósito de no exagerar en ese sentido y seguro que lo conseguirás.

Ref.- Psicoactiva.com

AGRADECIMIENTOS.


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martes, 17 de julio de 2018

Evitación experiencial

¿Padeces un trastorno de evitación experiencial?

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Las clasificaciones de trastornos psicológicos y los abordajes terapéuticos para los mismos van cambiando, evolucionando. Un modelo de terapia de tercera generación, la Terapia de Aceptación y Compromiso explica que buena parte del sufrimiento psicológico es la consecuencia última del trastorno de evitación experiencial.
El trastorno de evitación experiencial queda ejemplificado, para comprenderlo, de manera sencilla. Una situación propicia para que se manifieste es aquella que es valorada como indeseable por la persona que sufre este trastorno, de manera que para no entrar en contacto con ella va a tratar de evitarla o de escapar.
En este sentido, es bueno hacer un apunte: no querer entrar en contacto con el malestar, o bien querer escapar del mismo en lugar de aceptarlo, no es un trastorno; más bien se trata de una respuesta normal que se observa en todos los animales, humanos y no humanos. El trastorno se da cuando aparecen pensamientos rígidos como “tengo que estar bien para poder hacer cosas“, “necesito sentirme feliz para poder volver al trabajo“, o “no soporto estar nervioso, necesito que esto se acabe ya“, que son una fuente de malestar que no nos da tregua.

¿Cómo identificar si tienes un trastorno de evitación experiencial?

Los criterios diagnósticos para el trastorno de evitación experiencial serían:
  • Encontrarse constantemente inundado por pensamientos y sentimientos que giran en torno a “encontrarse mal”, “estar triste” o “luchar para estar bien”.
  • La mente realiza un constate bombardeo con pensamientos que buscan luchar contra cualquier tipo de malestar, incertidumbre o duda.
  • Dedicar mucho tiempo de tu día a día a controlar esos pensamientos o sentimientos.
  • El día a día gira en torno a “eliminar el malestar” como paso previo para recuperar tu vida. Aparece la sensación de que nos e puede hacer nada, seguir creciendo, hasta que estos pensamientos desaparezcan.
  • Esperar a sentirse bien para retomar las actividades que valoras en tu vida (ejemplo: ir al parque con los niños, quedar con amigas, dar un paseo por la playa).
Mujer encerrada en un bote de cristal

¿De dónde viene el trastorno de evitación experiencial?

El origen de la evitación experiencial es la inflexibilidad psicológica a la hora de manejar el malestar, ya sea evitándolo o escapando de él. Esta falta de adaptación provoca el trastorno de evitación experiencial, haciendo que la vida de la persona que lo padece se mueva en torno a la evitación de las sensaciones o pensamientos dolorosos.
La inflexibilidad psicológica se produce cuando una persona se cierra frente a pensamientos, emociones o recuerdos que son dolorosos. Lo que ocurre es que no se posee flexibilidad como seguir con las actividades diarias que procuran bienestar a pesar de que puedan existir una o varias fuentes de malestar. Existe la idea rígida que hay que “estar bien” como paso previo para poder disfrutar de cualquier tipo de actividad o tarea.
Cuando una persona tiene un problema a nivel psicológico, como por ejemplo ansiedad o depresión, esta inflexibilidad empeora notablemente su situación. No aceptar el malestar que conlleva la ansiedad o la depresión y buscar eliminarlo para poder retomar la vida tienen dos consecuencias:
  • Estar pendiente del malestar e intentar controlarlo lo único que hace es aumentarlo. Recuerda que la mente no para de pensar; en este sentido es como una caldera a la que nunca se le termina el combustible. Si buscamos dejar de pensar en la tristeza o la ansiedad, lo único que hace es utilizar más este tipo de pensamiento como combustible.
  • Convertir el día a día en una lucha contra el malestar empobrece la cantidad de reforzadores o premios a los que podemos “aspirar”.Cada vez se hacen menos actividades que incrementen el bienestar, se descuidan las relaciones interpersonales y la persona se aísla dentro del malestar.

La trampa del “sentirse bien”

Vivimos en una sociedad que promueve el bienestar, el disfrute y mantener lo más lejos posible al sufrimiento. Está mal visto llorar, estar triste o sentirse ansioso, y cuando experimentamos alguna de estas sensaciones o emociones, luchamos a capa y espada contra ellas.
En la medida en que “sentirse bien” se convierte en el elemento clave y central de nuestras vidas, caemos en su trampa. Porque es la búsqueda del perfecto bienestar la que nos hace estar alerta, identificando en nuestro radar emociones negativas que son normales y adaptativas.
Es decir, al estar pendiente de estamos bien o mal, terminamos detectando cualquier tipo de experiencia psicológica desagradable, por más mínima que sea, y engrandeciendo su trascendencia. Así, en un intento de apartar estas experiencias psicológicas negativas (pensamientos y emociones) lo único que conseguimos es hacerlas más fuertes.
Chica con trastorno de evitación experiencial en el suelo

Consecuencias del trastorno de evitación experiencial

A nivel social, las consecuencias el trastorno de evitación experiencial son muy importantes. Se espera estar bien para ir al cine, quedar con amigos, retomar los estudios, tener citas y un largo etcétera. Se desarrollan muchísimas costumbres que buscan evitar las experiencias psicológicas desagradables. Así, con el pasar de los meses y años, la vida solo gira en torno a la evitación.
De esta manera podemos llegar a transformarnos en unos auténticos expertos en lo que no queremos, definiendo exclusivamente nuestros deseos y anhelos a través de la no presencia de aquello que queremos evitar. De esta forma, nuestra identidad y proyección de futuro termina siendo muy pobre.
De este modo, a nivel psicológico, la evitación experiencial no hace más que empeorar la sintomatología asociada al malestar y empobrecer la vida emocional del individuo. Y es por esto que la Terapia de Aceptación y Compromiso (desarrollada para superar el trastorno de evitación experiencial) se orienta a la aceptación del malestar y al establecimiento de metas que aborden los valores personales.

El tratamiento del trastorno de evitación experiencial

En primer lugar, la solución para este trastorno se encuentra en la aceptación, observación incondicional y sin juzgar de las experiencias psicológicas, como los pensamientos, emociones y sentimientos. Para alcanzar este objetivo, la terapia de aceptación y compromiso utiliza diferentes estrategias como el Mindfulness, la de-fusión cognitiva y metáforas terapéuticas.
En segundo lugar, el tratamiento de la evitación experiencial se enfoca a restaura la importancia de los valores personales frente a las emociones y las conductas impulsivas del momento. De este enfoque terapéutico, deriva la connotación de “compromiso”. Es decir, se trabaja para que la persona se comprometa con sus valores, pase lo que pase. Buscando dejar de lado la lucha contra el malestar, para concentrarse en la lucha por llenar la vida de actividades valiosas para el self.
Manos soltando un pájaro para que sea libre
Luchar contra este trastorno es una ardua tarea e implica un camino difícil. Sin embargo, es algo necesario para poder liberarnos de las trampas del pensamiento y de las creencias rígidas que, buscando estar bien, nos llevan a encontrarnos cada vez peor. Orientar nuestras vidas hacia nuestros valores personales, aceptando el malestar que conlleva el día a día, nos hará sentirnos más libres y felices.

No temas al miedo, transítalo

No temas al miedo, transítalo


Al miedo no hay que huirle. Todo lo contrario: la única manera de superarlo es mirándolo a la cara y confiando en que somos…

Ref,. Julia Marquez Arrico  (Mentes Maravillosa)


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lunes, 16 de julio de 2018

La Terapia de Exposición

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Es común que las personas tengamos algunos miedos y experimentemos ansiedad, una respuesta común a estos estados pueden ser las conductas de evitación, a pesar de que este tipo de comportamientos tienen como objetivo reducir los niveles de la angustia y el temor que generan, sólo lo hacen de manera parcial, sin embargo el problema sigue latente y tiende a acrecentarse con el tiempo.
La terapia de exposición ha  probado ser una efectiva manera para superar problemas de ansiedad y miedos, por lo que es muy socorrida para  el tratamiento de las fobias específicas, cuando existe un temor que llega a ser casi paralizante, esta opción terapéutica puede ser de gran de ayuda, especialmente de la mano de un psicólogo, el cual mediante un ambiente controlado y seguro puede guiar al paciente de manera sistemática para salir del tormento que puede representar el temor y la angustia, pues cuando se manifiestan dichos estados  en sus formas más patógenas puede mermar el desarrollo biopsicosocial de la persona, con peligrosas consecuencias para la salud.

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¿Qué es la terapia de exposición?

Es un proceso muy utilizado dentro de la terapia cognitivo conductual, el cual consiste en modificar la sensibilidad ante los estímulos que producen angustia o temor,  mediante  la terapia de exposición el paciente es puesto en contacto sistemático y de forma segura, con la situación que le genera conflicto o con los estímulos que le desencadenan ansiedad, miedo o que le producen emociones negativas, con lo cual puede establecer un nuevo aprendizaje: la extinción, misma que contribuye a debilitar las asociaciones previamente aprendidas, de modo que la persona tiene más oportunidades de elaborar una actuación por encima del miedo inicialmente establecido, uno de sus objetivos es la desensibilización.  Generalmente, se sugiere la exposición de manera gradual y valorando diferentes variables y factores personales del paciente, más que una inmersión repentina.
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¿Cómo ayuda la “habituación” dentro de la terapia de exposición?

Los mecanismos explicativos de la reducción del miedo durante la práctica, están relacionados con la habituación desde el punto de vista psicofisiológico, conductualmente por medio de la extinción y cognitivamente con la modificación de expectativas.” Mathews, Gelder y Johnston, 1985.
Cuando el paciente es expuesto al estímulo que le produce malestar, generalmente ocurre el fenómeno de la habituación, a su vez, el individuo se percata de que muchos de sus temores y gran parte de su ansiedad anticipatoria son excesivos respecto al peligro que suponen en realidad,  es decir, que puede medir su el nivel real de amenaza y lograr una modificación en sus interpretaciones cognitivas angustiantes, sus reacciones y sus conductas.
La habituación puede contribuir a que los estímulos que generan ansiedad o temor se reduzcan a niveles manejables, por lo que puede facilitar la adaptación a diversas situaciones que representaban un problema para el sujeto, la sensación de auto-eficacia que se va adquiriendo con el avance de las sesiones terapéuticas, le sirve como motivación para seguir adelante. El procesamiento emocional y cognitivo coadyuva a implantar creencias más realistas respecto a los objetos o circunstancias que le generan tanta angustia o estrés.
La terapia de exposición sugiere que cuando las personas son conscientes de sus motivos mixtos y se habitúan a ellos, pueden tomar decisiones y responder  a sus miedos de maneras más adecuadas. La exposición puede ser no sólo ante objetos, sino a estímulos cognitivos, situaciones o a conductas evitativas, como lo son los pensamientos traumáticos y rumiantes.
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¿Cuáles son las principales diferencias entre los distintos tipos de terapia de exposición?

Las técnicas de intervención con la terapia de exposición pueden diferir en:
  1. La forma que se presenta el estímulo que genera conflicto.
  2. El tipo de respuesta de los pacientes.
  3. El tipo de ayudas para la inducción de la respuesta.
  4. La utilización o no de estrategias de control cognitivo, con las que los pacientes aprenden a modificar las respuestas cognitivas frente a los estímulos que les causan ansiedad o temor principalmente.
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El psicólogo asiste al paciente y determina qué técnica es la más adecuada dependiendo de diferentes factores, ya que es sustancial para elegir el tipo de terapia de exposición, tomar en cuenta los antecedentes clínicos del paciente, su velocidad de habituación, valorar los niveles de ansiedad experimentados por el sujeto durante las sesiones, entre algunas variables a considerar, así mismo tiene modalidades para su aplicación dependiendo del padecimiento a tratar, éste tipo de terapias de exposición sigue un ritmo: puede ser gradual, por medio de inmersiones y también a través de la desensibilización sistemáticaLos ejercicios de relajación son altamente recomendables para que los niveles de ansiedad resulten manejables y con el fin de asociar los objetos, actividades o situaciones que generan malestar con la propia relajación.
Por medio de objetivos pequeños y bien delimitados se puede avanzar paso a paso, recorrer grandes distancias y lograr avances en el tratamiento, con ello el mejoramiento de la calidad de vida de la persona, se espera que el individuo pueda liberarse de los miedos y angustias que le resultan mucha veces como cadenas, de modo que sea más libre para disfrutar su vida.

¿Cómo funciona la terapia de exposición?

Las sesiones generalmente duran de 30 a 120 minutos, ya que frecuentemente resulta cansado para la persona, pues es una manera de entrenamiento cognitivo, y así como posterior a un condicionamiento físico en donde pusiste todo tu esfuerzo: puedes terminar exhausto pero satisfecho contigo mismo. Edmund Bourne dice que el fenómeno de: “dos pasos adelante y un paso atrás”, es típico en la terapia de exposición, sin embargo no es motivo para desanimarse, lo es para redoblar esfuerzos y tener más presente que la constancia puede ser la clave para un cambio favorecedor.
El círculo vicioso de conductas de evitación y huida puede romperse por medio de los ciclos de la terapia de exposición, que generalmente se dan de la manera que presento a continuación.

Ciclos de la terapia de exposición: instrucciones generales

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Exposición

Se enfrenta a la persona con los estímulos que le causan incomodidad en la modalidad que el terapeuta considere apropiada de acuerdo a historia clínica y valoración psicológica.

Retirada en caso necesario

Cuando la persona siente que la ansiedad puede salirse de control, se aconseja retirarse o abandonar temporalmente la situación hasta sentirse mejor para luego volver a la situación. Hay circunstancias que pueden generar ansiedad  y en las que no es posible retirarse físicamente, sin embargo, mentalmente puedes retirarte a un lugar apartado y tranquilo utilizando el recurso imaginativo. A diferencia de cuando existen conductas de evitación o de huida, el retirarse representa una acción concebida para prevenir sensibilizarse nuevamente con la situación.

Recuperación

En caso de se haya retirado de manera temporal de la situación conflictiva, es necesario esperar hasta que se restauren los niveles de ansiedad a un grado que sea manejable y recuperar la ecuanimidad, las técnicas de respiración y el movimiento físico pueden ayudar a que la restauración sea más pronta.

Repetición

Se reitera la exposición a los estímulos incómodos, tratando de ir un poco “más lejos esta vez” y de tolerar mayor grado de ansiedad que en la exposición pasada. Cuando el nivel de angustia parece que empieza a ser incontrolable se retira para posteriormente recuperarse, los ciclos pueden repetirse y modificar el tiempo de exposición y otras variables, de acuerdo a la valoración psicológica.








¿Cuáles son algunos de los tipos de terapia de exposición más utilizados?

Exposición asistida por el terapeuta

El psicólogo acompaña y ayuda al paciente a concretar los objetivos de acuerdo a su valoración de historia clínica y a los avances que identifica mediante las observaciones que recoge de cada sesión, con el paciente. De manera que establece un programa de confrontación ante la situación que le genera problema, en modo seguro, el psicólogo le motiva para que vaya un paso más allá de la ansiedad y el temor, le puede ayudar a modificar sus cogniciones para lograr un mayor bienestar en menor tiempo.

Exposición in vivo o desensibilización real

Implica la confrontación de la situación que genera conflicto en la vida real.

La inmersión o inundación

Los pacientes son expuestos a la situación fóbica y permanecen en ella hasta que el miedo se disipa, aunque es más rápida que la exposición gradual, tiene sus restricciones pues se le asocia con gran malestar por parte del paciente, generalmente se prefieren técnicas de tipo gradual.

Exposición in vivo o desensibilización real

Implica la confrontación de la situación que genera conflicto en la vida real puede ser de modo gradual o por inmersión.

Desensibilización sistemática imaginativa o exposición imaginaria

La persona visualiza una serie de pasos que seguiría a manera de plan de contingencia ante estímulos angustiantes, empleando el recurso imaginativo. Es muy recurrida antes de intentar enfrentarse “in vivo” al estímulo que evoca conflicto. Es frecuente que a la par se recurra a larelajación muscular progresiva.

Terapia de exposición con imágenes

Es una opción recomendable en los casos donde la exposición real sea difícil de manipular o cuando el paciente muestra serias reticencias a la terapia de exposición frente al estímulo conflictivo “in vivo”. Al igual que en la modalidad anterior, el individuo puede intentar éstas variantes de la técnica antes de la confrontación real, como podría ser en el caso de las fobias específicas: aerofobia, aracnofobia, miedo a las tormentas, miedo a padecer enfermedades o a experimentar catástrofes.
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Exposición modo  virtual

Se construye un ambiente interactivo en donde el paciente tiene mayor sensación de presencia, por lo que se asemeja más a la exposición “in vivo”, el terapeuta y el paciente pueden controlar el contexto. Hay algunas variantes que son más inmersivas que otras, como es el caso de los que cuentan con tecnología de punta y otros más tradicionales como los proyectores y monitores. En este método se les permite a los pacientes la elección sobre su grado de exposición, pueden manipular el nivel de control, su distancia virtual y  sus movimientos por medio de una palanca de mando, ¡como en un divertido videojuego! Con los beneficios que implica el aspecto lúdico dentro la terapia.

Exposición interoceptiva

Consiste en exponer al paciente a las reacciones físicas desagradables por medio de la inducción voluntaria a los estímulos psicofisiológicos temidos en un ambiente controlado y seguro.

Terapia de exposición en grupo

Ha mostrado tener buenos resultados, sobre todo cuando los grupos poseen buena cohesión, se indica más a menudo cuando el paciente vive solo o  cuando las personas con las que cohabita no colaborarán con el tratamiento,  sin embargo en el caso de la fobia social puede producir una mayor tasa de rechazos y abandonos al tratamiento (Olivares, 2005).

Autoexposición

Es aconsejable cuando el tratamiento asistido va avanzando, con el objeto de promover la independencia del paciente respecto al terapeuta y para facilitar el mantenimiento de resultados terapéuticos positivos. En esta modalidad deben existir ciertos requisitos como: el establecimiento de metas específicas, la identificación de las conductas problema, la práctica regular, la evaluación de los niveles de ansiedad, así como la planificación de situaciones de conflicto, esto es hacer un plan de contingencia y repasarlo mentalmente, para que en  caso de que la persona se encuentre ante el estímulo que le evoque conflicto pueda recurrir a él y así genere una conducta más adaptativa y funcional. Por lo regular es utilizada a la par con sesiones terapéuticas, esto lo lleva a una mayor tasa de recuperación y para mantenimiento.

Conclusión

La ansiedad es un fenómeno que va en incremento y está implicada en varios padecimientos, por lo que es necesario implementar técnicas para su manejo adecuado. Por medio de la terapia de exposición, se fijan objetivos delimitados sistemáticamente, se puede avanzar gradualmente en el tratamiento, con lo que la persona es capaz de establecer nuevos aprendizajes, librándose así de los miedos y angustias que le resultan muchas veces como cadenas para su desarrollo, su ecuanimidad, salud y felicidad.
La terapia de exposición ha probado ser un excelente recurso terapéutico para el tratamiento de fobias, los pacientes que se apegan al tratamiento suelen tener éxito, con lo que pueden ser más libres para vivir con plenitud al modificar las reacciones y comportamientos de ansiedad por estados más manejables, mediante el aprendizaje y construcción de conductas más adaptativas y funcionales a su contexto. Se puede emplear en combinación con otros enfoques terapéuticos que puedan proveer a la persona de más recursos.

Links

Referencias bibliográficas

  • Bourne, E. y Garano, L. (2012). Haga frente a la ansiedad: 10 formas sencillas de aliviar la ansiedad, los miedos y las preocupaciones.  Barcelona: Amat.
  • Labrador E., F. J. (2008). Técnicas de modificación de la conducta. Barcelona: Psicología Pirámide
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