Los trastornos de la personalidad pueden
definirse como una variación extrema de la personalidad asociada con el fracaso
para cumplir las tareas universales de establecer una identidad personal,
formar vínculos de apego, experimentar intimidad con ellos y buscar afiliación.
Sin culpa y sin miedo, son dos descripciones comunes de las personas que
muestran el trastorno de personalidad antisocial.
Los individuos con este trastorno suelen
emprender voluntariamente formas temerarias y peligrosas de conducta que la
mayoría de la gente evita, y ante esas situaciones exhiben poco o ningún temor.
Carecen de sentimiento o empatía con los demás siendo incapaces de formar
vínculos emocionales. Suelen ser irritables y agresivos, sumamente impulsivos e
incapaces para planificar el futuro, aparentemente no temen enfrentarse al
peligro y son sumamente mentirosos si perciben una ventaja en hacerlo, mentirán
a cualquiera y en cualquier momento, y no suelen mostrar remordimientos después
de realizar acciones que lastiman a los demás.
La personalidad antisocial parece de gestación muy temprana y se expresa
a través de conflictos con las normas ya desde la infancia. Son niños que
mienten, roban se escapan de casa, hacen novillos y no se corrigen ni se
acongojan cuando reciben castigo, son inconstantes y volubles por mucho que a
veces sean sinceros con sus entusiasmos, y como tienden a ser seducidos por la
novedad a veces se conducen insensatamente, sin reparar en las consecuencias.
Son niños que a muy temprana edad destacan por su frialdad y su falta de miedo.
Los individuos que padecen trastorno de
la personalidad antisocial, presentan características que los hacen peligrosos
para otras personas mostrando una indiferencia total por los derechos y el
bienestar de los demás. Las normas y regulaciones no son para ellos, de modo
que suelen tener un historial de conducta antisocial como: delincuencia,
latrocinio, vandalismo, mentiras, abuso de drogas y cosas similares. También
emprenden sin dudar acciones que otros sólo podrían soñar como: renunciar a un
trabajo si se aburren, abandonan con facilidad a su pareja e hijos y cuando las
deudas aumentan simplemente desaparecen. Para esas personas el término
obligación tiene muy poco significado. La impulsividad que muestran junto con
algunos de los otros rasgos suele conferir un carácter aleatorio, aparentemente
sin propósito a su conducta antisocial, por ello cuando cometen un crimen
parece carecer de cualquier propósito o meta racional.
Saber el porque se desarrolla este patrón
de la personalidad es complicado, pero la evidencia sugiere que tal vez
participen varios factores. Desde una perspectiva conductual, esas personas
pueden aprender desde niños a través de su exposición a modelos violentos, que
la conducta agresiva e impulsiva es la adecuada y apropiada; esas influencias
pueden ejercer poderosos efectos sobre la conducta. También participan factores
cognoscitivos, son personas que no logran adquirir los tipos de esquemas o
marcos cognitivos de referencia y que ayudan a regular la propia conducta,
esquemas relacionados con el control de impulsos, con el sentido de
responsabilidad y con la naturaleza recíproca de las relaciones humanas.
Igualmente hay la posibilidad que este desorden se derive, al menos en parte,
de anormalidades fisiológicas
En la historia infantil de estas personas
muchas veces hay figuras maternas demasiado tolerantes y padres excesivamente
débiles, pero la emergencia del trastorno es tan temprana, que a veces es
difícil distinguir entre causas y efectos en la interacción paternofilial. De
hecho, la prevalencia familiar del trastorno antisocial de la personalidad
habla más en favor de la intervención de factores genéticos, que de una
alteración exclusiva de los procesos de socialización por prácticas educativas
inadecuadas.
Fuente.- Georgina Bermejo
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