Las personas para tener una buena
convivencia se han de adaptar a las circunstancias que las envuelven. Como más
equilibradas estén, su capacidad de adaptabilidad, comunicación y comprensión
hacia los demás será menos rígida, intolerante, intransigente, impositiva, etc.
No se crearán necesidades superfluas, descubrirán nuevos factores, objetivos,
cualidades que habían pasado inadvertidas y que eran primordiales para vivir
mejor consigo mismo y con las personas de su entorno.
La capacidad de adaptación y la actitud
hacia los demás que tenemos, son el resultado de las primeras experiencias, de
cuando éramos niños. Depende de cómo se haya ido constituyendo la personalidad
de cada uno, procederá su actitud hacia sí mismo y hacia los demás. El estilo
de vida será la forma de ser de cada persona, su conducta y reacciones en
general, es decir, su personalidad. Este estilo de vida se va formando desde el
nacimiento.
Cada uno de nosotros tenemos unas
particularidades intelectuales, cognitivas y afectivas, el conjunto organizado
de estas características es lo que
determina la personalidad. La personalidad está compuesta por dos elementos:
temperamento y carácter. El temperamento, cuyo origen se encuentra en la herencia
genética, es el conjunto de los elementos biológicos. El carácter lo
determinará el ambiente en el que se vive, es la manera de ser, de sentir y de
reaccionar de un individuo o un grupo.
La personalidad es la suma de las cualidades psíquicas
heredadas (temperamento) y de las experiencias adquiridas (carácter). El
temperamento se puede decir que es inflexible, el carácter se puede modificar.
La personalidad es dinámica, va recibiendo las influencias y experiencias del
individuo a nivel físico, psicológico, social y cultural. Al estar formada la
personalidad por temperamento y carácter, para alcanzar un buen equilibrio
entre ambos componentes tenemos que
aprender a controlar, muchas veces a lo largo de nuestra vida, las
pulsiones temperamentales para poder llegar a un estado de adaptabilidad,
equilibrio, aceptación y conocimiento de uno mismo.
Hay momentos y situaciones en nuestra
vida que nos resulta más fácil y cómodo comportarnos, en relación a muchos
asuntos importantes de nuestra vida, dejándonos llevar por el temperamento de
un modo irracional. El temperamento puede ponerse de manifiesto de forma
natural, al surgir de forma espontánea
nos es muy difícil controlar sus manifestaciones, aún siendo perjudiciales para
nosotros y para nuestro entorno personal. Estos comportamientos al ser de
origen genético, cuando los queremos dominar nos es tan difícil física y
psíquicamente que renunciamos a ello con
la falsa creencia que, si no los ponemos de manifiesto pueden repercutir en
nuestra salud y enfermar, y no es así, simplemente significa que por su
naturaleza genética hace que nos resulte mucho más fácil mostrarlos y nos sea
muy dificultoso controlarlos o modificarlos.
Hemos de ser capaces de armonizar
temperamento y carácter para tener una personalidad equilibrada. Lograr la
madurez emocional nos permitirá conseguir la verdadera identidad personal y
dejar a un lado los mecanismos típicos de quien no se ha encontrado a sí mismo.
Sabremos expresarnos cómodamente sin que se sientan agredidos a quienes va
dirigido nuestro discurso y sin causarnos ningún tipo de dolor. Conseguiremos
abandonar fórmulas de comportamientos y estereotipos que buscan más la
aprobación de los demás que la propia expresión de cómo somos cada uno de
nosotros.
Nuestra conducta ha de ser natural y
espontánea para mostrar nuestra verdadera forma de ser sin la intervención del
ambiente o el temor a ser censurados y
rechazados por el entorno.
Fuente.- Georgina Bermejo
Agradecimientos.
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